Cuando era adolescente, las películas de terror eran (siempre) norteamericanas, con algunas pocas excepciones europeas. El cine de terror proveniente de nuestro país o de Uruguay o de España era recibido con mucha desconfianza, y motivos no faltaban: los guiones eran muy malos, las actuaciones pésimas y los deficientes efectos especiales (cuando estaban) no funcoinaban.
Sin embargo, en los últimos años hemos presenciado un abrumador y saludable desembarco de películas-de-género de habla hispana, principalmente de terror. En lo que va del año, se estrenaron FASE 7, LA CASA MUDA y SUDOR FRÍO.
En el caso de SUDOR FRÍO, han sabido recrear un argumento típicamente norteamericano y le aportaron algunos detalles de nuestra historia reciente para hacerlo más autóctono (con buenos resultados).
Tenemos aquí una película intensa e interesante, aunque hay algunos problemas en el guión y en la dirección de actores. Son los ya tan conocidos errores de nuestro cine: se explica todo hasta el cansancio, se confía más en el poder de la palabra que en el poder de la imagen, los actores tienden a sobreactuar (entonces, el malo tiene que ser muy malo y el bueno muy bueno, sin matices).
A favor, podremos decir que la tensión funciona a la perfección, no decae en ningún momento. Técnicamente, es un film intachable.
Vale la pena rescatar a Camila Velasco, convertida en la revelación actoral de la propuesta.
En resumen, una buena película que puede inaugurar una nueva etapa en la industrialización del cine de terror argentino. En hora buena.
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