domingo, 26 de junio de 2011

EL OSNI DEL GOLFO NUEVO - 1


Por Francisco Mañez

La existencia de OSNIS (objetos submarinos no identificados) ha sido parcialmente recopilada por la ufología. No obstante, la falta de rigor en la investigación ha logrado que veamos aparatos extraterrestres en lugar de los misteriosos submarinos que a lo largo de la historia han protagonizado una serie de casos en verdad desconcertantes.

El OSNI de Golfo Nuevo (Argentina) no es una simple leyenda reflejada en los libros de ufología, aunque, para atribuirle un origen no humano, los ufólogos se vieron obligados a manipular la información omitiendo la mayor parte de los hechos, las observaciones de los testigos e, incluso, las declaraciones oficiales.

Los acontecimientos: El 30 de abril de 1945 se radiaba la orden “Regenbogen” (autohundimiento) a la flota de submarinos alemana, y para el desconcierto de los comandantes, el 4 de mayo, recibieron la contraorden. El día ocho el almirantazgo británico lanzaba una humillante advertencia que les llevó a protagonizar hazañas que han pasado a la historia: Navegarían en superficie hasta los puertos en donde debían entregarse, ondeando una bandera negra, como si fueran piratas.

La derrota se unía ahora a la humillación y al miedo a ser tratados como auténticos corsarios por sus enemigos. Uno de los mejores refugios que les quedaba era Argentina. Aquel país poseía una antigua y considerable población alemana, y el gobierno argentino, aunque neutral durante el conflicto, había sido favorable a la causa germana.

La llegada de algunos submarinos despertó el interés internacional. Los casos del U-530, que arribó al Mar de la Plata el 10 de julio, y el U-977, llegado al mismo puerto el 17 de agosto, recibieron una amplia atención. Sin embargo, las observaciones de otros submarinos fueron consideradas secretas por el gobierno, y hasta fechas recientes no hemos tenido noticias oficiales de su existencia.

El 25 de junio, un informe de la Armada Argentina, indica la observación de un submarino en la zona de Claromecó. El 19 de julio fue visto un periscopio en San Antonio Este. Entre julio y agosto otros documentos secretos hablan de la presencia de estas naves en las playas de Necochea y de San Clemente del Tuyú.

El motivo para esta presencia de submarinos germanos puede encontrarse en los informes del interrogatorio de Heinz Schaeffer, comandante del U-977: “Una de las principales razones para que yo procediera hacia Argentina fue por la propaganda alemana, que exhibió que al final de la guerra, todos los alemanes serían esclavizados y esterilizados. Otra consideración fue el maltrato y el largo retraso en volver a casa sufridos por los prisioneros de guerra alemanes retenidos en Francia al final de la Primera Guerra Mundial. Entonces, por supuesto, la esperanza de mejores condiciones de vida estaba en Argentina”.[1]

La gente comenzó a notificar la presencia de submarinos por toda la costa, y la Armada mandó aviones y barcos para ratificar su existencia, sin que se produjera ningún enfrentamiento armado.

Esta presencia de submarinos, que parecía una clara consecuencia del final de la guerra, debería haber desaparecido por completo con el paso del tiempo, no obstante, durante los años siguientes las observaciones continuaron. Los submarinos comenzaron a ser llamados “sumergibles fantasmas”, ante la aparente imposibilidad de que los navíos alemanes, careciendo de una base en donde obtener repuestos y combustible, siguieran navegando, siendo capaces de eludir a la Armada Argentina.


Lo más sorprendente ocurrió quince años después del final de la Segunda Guerra, durante la batalla del Golfo Nuevo, cuando los sumergibles fantasmas resultaron ilocalizables para los últimos sistemas de detección de la época, no siendo dañados por las armas antisubmarinas más modernas que poseía Estados Unidos.

Tras la caída de Perón, la actitud de las fuerzas armadas argentinas comenzó a ser hostil frente los sumergibles fantasmas. En febrero de 1957, los barcos y la aviación militar argentina hostigaron a un sumergible fantasma que apareció en Río de la Plata. La persecución duró cinco días, pero el navío intruso consiguió escapar ileso.

El 22 de mayo de 1958, el presidente Arturo Frondizi reconoció la presencia de un sumergible desconocido en la Patagonia, al noroeste de Puerto Cracker, en Golfo Nuevo. La aviación y marina atacaron al navío, y aunque aparentemente fue alcanzado, logró escapar. La segunda incursión reconocida oficialmente por las autoridades argentinas ocurrió en octubre de 1959, en el mismo golfo. De nuevo los esfuerzos combinados de la aviación y la marina resultaron inútiles y el submarino consiguió huir sin problemas.[2]

La historia de la batalla del Golfo Nuevo comenzó el 30 de enero de 1960, cuando unidades de instrucción de los cadetes navales navegaban por este golfo situado a 1.200 kilómetros al sur de Buenos Aires. Los jóvenes distinguieron un submarino inidentificable navegando en la zona utilizada por la Armada Argentina para sus maniobras.

A partir de este momento, diversos testigos, lo describieron como un navío del tipo “21”; la línea más moderna desarrollada por Alemania al final de la Segunda Guerra.


El alto mando movilizó todas las fuerzas que tenía a su disposición. El submarino intruso pareció ser localizado dentro de Golfo Nuevo a 150 metros de profundidad. Los hidroaviones de las bases de Bahía Blanca y Mar de Plata bombardearon durante días la zona donde se suponía ubicado al submarino, hasta que llegaron a pensar que había sido alcanzado y averiado el 4 de febrero.

El contratorpedero “Cervantes” y los patrulleros “King” y “Muratore” sembraron de minas los 16 kilómetros de anchura que medía la boca del golfo. Hombres “rana” auxiliaron a los buques de guerra. Las pantallas de “radar” permanecieron alerta, y unidades de Infantería de Marina se distribuyeron a lo largo de la costa, con intención de evitar un desembarco. Por la noche se lanzaban cientos de bengalas y los barcos barrían la superficie del agua con sus reflectores, intentando poder observar si el submarino emergía para repostar sus baterías.

Se llegó a pensar que se trataba de un submarino atómico, teniéndose en cuenta la velocidad que le atribuían ciertas informaciones de prensa. Otro navío pareció unirse al primero dentro de Golfo Nuevo, o como informaron las emisoras de radio locales, eran dos los submarinos atrapados desde el principio.

Pese al despliegue, el submarino seguía sin ser hundido. El 11 de febrero el presidente Frondizi ordenó el ataque total. En la operación participaron trece navíos y cuarenta aviones, mientras se desviaban las rutas comerciales aéreas y marítimas para evitar cualquier accidente, y los periodistas eran excluidos de la zona de operaciones. A los cazas de la marina se les unieron los bombarderos pesados argentinos.

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